domingo, 18 de marzo de 2012

Raúl Zurita en Berlin



Zurita

Como en un sueño, cuando todo estaba perdido
Zurita me dijo que iba a amainar
porque en lo más profundo de la noche
había visto una estrella
Entonces acurrucado contra el fondo de tablas del bote
me pareció que la luz nuevamente
iluminaba mis apagados ojos.
Eso bastó. Sentí que el sopor me invadía.


El desierto de Atacama IV

i. El Desierto de Atacama son puros pastizales.
ii. Miren a esas ovejas correr sobre los pastizales
del desierto.
iii. Miren a sus mismos sueños balar allá sobre esas
pampas infinitas.
iv. Y si no se escucha a las ovejas balar en el Desierto
de Atacama nosotros somos entonces los pastizales
de Chile para que en todo el espacio en todo el mundo
en toda la patria se escuche ahora el balar de nuestras
propias almas sobre esos desolados desiertos miserables.





Fragmento de la entrevista: "Raúl Zurita: en la intimidad del cielo", Diario Vanguardia

—¿Cómo descubrió el poder vital de la poesía en su vida?—

“No lo sé, ni tampoco sé bien cómo empezó. Escribo desde un cuerpo que envejece, que se dobla, que se rigidiza, que tiembla con el Parkinson, pero también sobre ese cuerpo, sobre sus dolores, sobre los dolores que yo mismo me he causado, sobre su piel. Siento que ese poder vital que llamas tiene que ver con una irreparable desesperación y a la vez con una también imposible alegría. La escritura es como las cenizas que quedan de un cuerpo quemado. Para escribir es preciso quemarse entero, consumirse hasta que no quede una brizna de músculo ni de huesos ni de carne. Es un sacrificio absoluto y al mismo tiempo es la suspensión de la muerte. Es algo concreto, cuando se escribe se suspende la vida y por ende se suspende también la muerte. Escribo porque es mi ejercicio privado de resurrección”.

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