jueves, 23 de febrero de 2012

Paseando/Comprando por la ciudad

Lugares donde quisiera tener cuenta corriente en pesos sin límite de crédito:

www.frautulpe.de








y www.rsvp-berlin.de



Berlin hacia 1900

Walter Benjamin
Crónica de Berlín (fragmento)
Del libro "Escritos Autobiográficos", Walter Benjamin, Alianza. Madrid, 1996



El lenguaje ha supuesto inequívocamente que la consciencia no sea un instrumento para explorar el pasado, sino su escenario. Es el medio de lo vivido, como la tierra es el medio en el que las ciudades muertas yacen sepultadas. Quien se trate de acercar a su propio pasado sepultado debe comportarse como un hombre que cava. Eso determina el tono, la actitud de los auténticos recuerdos. Éstos no deben tener miedo a volver una y otra vez sobre uno y el mismo estado de cosas; esparcirlo como se esparce tierra, levantarlos como se levanta la tierra al cavar. Pues los estados de cosas son sólo almacenamiento, capas, que sólo después de la más cuidadosa exploración entregan lo que son los auténticos valores que se esconden en el interior de la tierra: las imágenes que, desprendidas de todo contexto anterior, están situadas como objetos de valor –como escombros o torsos en la galería del coleccionista- en los aposentos de nuestra posterior clarividencia. Y no cabe duda que para emprender excavaciones con éxito se requiere un plan. Pero igual de imprescindible es la prospección cuidadosa de tanteo en la oscura tierra, y aquel que guarde en su escrito únicamente el inventario de los hallazgos sin incluir esta oscura suerte del propio lugar exacto donde los ha encontrado, ése se está privando a sí mismo de lo mejor. La búsqueda desafortunada forma parte de ello tanto como la afortunada, de ahí que el recuerdo no deba avanzar de un modo narrativo, ni menos aún informativo, sino ensayar épica y rapsódicamente, en el sentido estricto de la palabra, su prospección de tanteo en lugares siempre nuevos, indagando en los antiguos mediante capas cada vez más profundas.

Sin duda hay incontables fachadas de la ciudad que están exactamente igual que en mi infancia; pero cuando las miro no me encuentro con mi propia infancia. Con demasiada frecuencia las han rozado mis miradas desde entonces, con demasiada frecuencia han sido decoración y escenario de mis paseos y recados. Y las pocas que constituyen una excepción a esta regla –sobre todo la iglesia de San Mateo en la plaza de San Mateo- quizá sólo lo sean aparentemente. Pues ¿realmente he visto de niño con frecuencia, o he conocido siquiera ese rincón, tan apartado como está? No lo sé. Eso que hoy me dice se lo debe probablemente en su totalidad a la propia arquitectura: a la iglesia con sus dos angulosos tejados a dos vertientes encima de las naves laterales y con el ladrillo amarillo y ocre del que está hecha. Es una idea pasada de moda con la que sucede como con algunos edificios pasados de moda; aunque por supuesto no han sido pequeños con nosotros, aunque tal vez ni siquiera nos conocían cuando éramos niños, sin embargo saben muchas cosas de nuestra infancia y los amamos por ello. Pero yo me encontraría a mí mismo muy cambiado actualmente, a esta edad, si tuviese el valor de cruzar la puerta de cierta casa por la que he pasado de largo miles de veces. Una puerta situada en el Viejo Oeste. Aunque ni ella ni la fachada de su casa le dicen nada ya a mis ojos. Las plantas de los pies seguramente serían las primeras que, una vez cerrada la puerta de la casa detrás de mí, me avisarían de que habían encontrado en mi propio interior la distancia y el número de los ya pisados escalones, de que al entrar en esta pisada escalera que une las plantas del edificio habían encontrado viejos rastros, y si no vuelvo a cruzar el umbral de esa casa es por miedo a que un encuentro con ese interior de la escalera que, en su retiro, ha conservado la capacidad de reconocerme que la fachada ya perdió hace mucho tiempo. Pues ella, con sus cristales de colores, ha permanecido igual, pero en el interior, donde se habita, nada siguió siendo como antes. Monótonos versos llenaban los intervalos de los latidos de nuestros corazones cuando, agotados, hacíamos una pausa en el descansillo que hay entre las plantas. En ellas se reflejaba la luz del atardecer, o bien relampagueaba una ventana de la que una mujer de marrón castaño con una copa salía flotando como la Madonna de Rafael de una hornacina, y mientras los cordones del cartapacio me cortaban en los hombros yo tenía que leer: El trabajo es el adorno del ciudadano, el éxito es la recompensa del esfuerzo. Afuera llovía otra vez. Uno de los cristales de colores estaba abierto, y al ritmo de las gotas se continuaba escaleras arriba.

sábado, 18 de febrero de 2012

Poemas-bomba en Berlin y Poema-Bomba de Augusto de Campos




Bauhaus Archive





HARRY CALLAHAN


Todas las fotos son de Eleanor o Eleanor y Bárbara.









¡Primer cuaderno berlinés!

Instrumentos de trabajo:




Primero cuaderno con tapa de Marcelo Pombo, regalo para Ge. Hoy duerme prensándose y el lunes va a refilarse a la imprenta del barrio.

Mesa de trabajo

Grullas amigas, miran con nosotros por la ventana y nos protegen de los malos vientos.



  


    Acá trabajamos. Acá nace el blog, la escritura, la planificación de los talleres, los cuadernos...

Gati


Charles Baudelaire 
El Gato 
A tal punto su timbre es tierno y discreto;
pero, aunque, su voz se suavice o gruña,
ella es siempre rica y profunda :
allí está su encanto y su secreto.
Esta voz, que brota y que filtra,
en mi fondo más tenebroso,
me colma cual un verso cadencioso
y me regocija como un filtro.
Ella adormece los más crueles males
y contiene todos los éxtasis;
para decir las más largas frases,
ella no necesita de palabras.
No, no hay arco que muerda
sobre mi corazón, perfecto instrumento,
y haga más noblemente
cantar su más vibrante cuerda.
Que tu voz, gato misterioso,
gato seráfico, gato extraño,
en que todo es, cual en un ángel,
Tan sutil como armonioso





martes, 14 de febrero de 2012

Miren a quien conocí en la Neue National Galerie

Se llama Gerhard Altenbourg, es alemán. No encontré los dibujos que había en el museo, pero algo para que lo conozcan.





Herzog, preguntas después de 3horas 20 minutos de peli.


¡¡¡Busquenme casi al final!!!! (Ayudita: minuto 27.30) Se lo ve a Ge claramente y a mi apenas, pero se me escucha intentando preguntar algo.

Algo que pasa en Berlin también y todavía no comprendo


Silencio
Clarice Lispector

Es tan vasto el silencio de la noche en la montaña. Y tan despoblado. En vano uno intenta trabajar para no oírlo, pensar rápidamente para disimularlo. O inventar un programa, frágil punto que mal nos une al súbitamente improbable día de mañana. Cómo superar esa paz que nos acecha. Silencio tan grande que la desesperación tiene vergüenza. Montañas tan altas que la desesperación tiene vergüenza. Los oídos se afilan, la cabeza se inclina, el cuerpo todo escucha: ningún rumor. Ningún gallo. Cómo estar al alcance de esa profunda meditación del silencio. De ese silencio sin memoria de palabras. Si es muerte, cómo alcanzarla.
Es un silencio que no duerme: es insomne; inmóvil, pero insomne; y sin fantasmas. Es terrible: sin ningún fantasma. Inútil querer probarlo con la posibilidad de una puerta que se abra crujiendo, de una cortina que se abra y diga algo. Está vacío y sin promesas. Si por lo menos se escuchara al viento. El viento es ira, la ira es vida. O nieve. La nieve es muda pero deja rastro, lo emblanquece todo, los niños ríen, los pasos resuenan y dejan huella. Hay una continuidad que es la vida. Pero este silencio no deja señales. No se puede hablar del silencio como se habla de la nieve. No se puede decir a nadie como se diría de la nieve: ¿oíste el silencio de esta noche? El que lo escuchó, no lo dice.
La noche desciende con las pequeñas alegrías de quien enciende lámparas, con el cansancio que tanto justifica el día. Los niños de Berna se duermen, se cierran las últimas puertas. Las calles brillan en las piedras del suelo y brillan ya vacías. Y al final se apagan las luces más distantes.
Pero este primer silencio todavía no es el silencio. Que espere, pues las hojas de los árboles todavía se acomodarán mejor, algún paso tardío tal vez se oiga con esperanza por las escaleras.
Pero hay un momento en que del cuerpo descansado se eleva el espíritu atento, y de la tierra, la luna alta. Entonces él, el silencio, aparece.
El corazón late al reconocerlo.
Se puede pensar rápidamente en el día que pasó. O en los amigos que pasaron y para siempre se perdieron. Pero es inútil huir: el silencio está ahí. Aun el sufrimiento peor, el de la amistad perdida, es sólo fuga. Pues si al principio el silencio parece aguardar una respuesta -cómo ardemos por ser llamados a responder-, pronto se descubre que de ti nada exige, quizás tan sólo tu silencio. Cuántas horas se pierden en la oscuridad suponiendo que el silencio te juzga, como esperamos en vano ser juzgados por Dios. Surgen las justificaciones, trágicas justificaciones forzadas, humildes disculpas hasta la indignidad. Tan suave es para el ser humano mostrar al fin su indignidad y ser perdonado con la justificación de que es un ser humano humillado de nacimiento.
Hasta que se descubre que él ni siquiera quiere su indignidad. Él es el silencio.
Puede intentar engañársele, también. Se deja caer como por casualidad el libro de cabecera en el suelo. Pero, horror, el libro cae dentro del silencio y se pierde en la muda y quieta vorágine de éste. ¿Y si un pájaro enloquecido cantara? Esperanza inútil. El canto apenas atravesaría como una leve flauta el silencio.
Entonces, si se tiene valor, no se lucha más. Se entra en él, se va con él, nosotros los únicos fantasmas de una noche en Berna. Que entre. Que no espere el resto de la oscuridad delante de él, sólo él mismo. Será como si estuviéramos en un navío tan descomunalmente grande que ignoráramos estar en un navío. Y éste navegara tan largamente que ignoráramos que nos estamos moviendo. Más de eso, nadie puede. Vivir en la orla de la muerte y de las estrellas es una vibración más tensa de lo que las venas pueden soportar. No hay, siquiera, un hijo de astro y de mujer como intermediario piadoso. El corazón tiene que presentarse frente a la nada sólito y sólito latir alto en las tinieblas. Sólo se escucha en los oídos el propio corazón. Cuando éste se presenta completamente desnudo, no es comunicación, es sumisión. Además, nosotros no fuimos hechos sino para el pequeño silencio.
Si no se tiene valor, que no se entre. Que se espere el resto de la oscuridad frente al silencio, sólo los pies mojados por la espuma de algo que se expande dentro de nosotros. Que se espere. Un insoluble por otro. Uno al lado del otro, dos cosas que no se ven en la oscuridad. Que se espere. No el fin del silencio, sino la ayuda bendita de un tercer elemento, la luz de la aurora.
Después, nunca más se olvida. Es inútil intentar huir a otra ciudad. Porque cuando menos se lo espera, se puede reconocerlo de repente. Al atravesar la calle en medio de las bocinas de los autos. Entre una carcajada fantasmagórica y otra. Después de una palabra dicha. A veces, en el mismo corazón de la palabra. Los oídos se asombran, la mirada se desvanece: helo ahí. Y desde entonces, él es fantasma.

Regalos pa los nietos

¡¡¡Tuve visitas de la familia!!!!

Un sábado de tía, museos y caminatas por pasadizos secretos.

Entre Nefertiti y los colosales robos del Pergamon, hubo tiempo para regalos! Rucaia y Amadeo ligaron ropita linda. La que casi no se ve atrás del abrigo es Patty.

Hoy cumplen

Mini y Alejandro


FELIZ CUMPLE


sábado, 11 de febrero de 2012

Detalles del hogar

A una cuadra y media de la estación de subte U6/U7 Merhingdamm.

Al lado del bolichito de comida asiática, entrás a un gran pasillo y ves algo así:



Al fondo llegás a un patio-jardín rectangular rodeado de edificios, doblás a la derecha y llegás a nuestra puerta. Acá Gerardo saliendo bajo la nieve:




Algunos detalles internos:

-cocina-

Nuestro cuarto, mirando al pasillo.





                         Luego vendrán más detalles. Mientras el cuarto cobra vida.



Esta es la historia de una cámara con frío


Pasó esto:

Nevaba afuera. Entramos a tomar calor y comer algo. Zona: Prenzlauerberg. Pedimos sopa y sandwiches. La cámara entró en calor y empañada me retrató así como ven.
El lugar tenía tres mesas: una con una alemana y dos chinitas bebés, producto de una pareja binacional o de una adopción transnacional; en la otra una pareja con una nena de unos dos-tres años. Llegaron con un cochecito, pero como no entraba lo dejaron afuera. Comimos, recuperamos la circulación natural de la sangre. Otra vez emponchados, afuera. En el cochecito dejado a la intemperie encontramos la sorpresa: no estaba esperando alojar a la niña que jugueteaba calentita, no. Había un bebé, no dormido, no llorando. Un bebé.

Berlinale

Mientras hacemos las compras nos encontramos con el osito de la Berlinale. Después a sacar entradas.



Sacamos para:


1. LUNES 13. Death Row: con el mismísimo Herzog presentándola. Objetivo: sacarnos foto con él.













2. MIÉRCOLES 15. The thousand sounds of Sakamoto: Charla de Ryuichi Sakamoto.








3. VIÉRNES 17. Gnade: Peli noruega.











Nos perdimos la alfombra roja con Merryl Streep y Angelina Jolie, tal vez nos las crucemos por algún café.

Almuerzos nutritivos

Si Pablo Neruda le hizo la Oda a la cebolla, seguro algún alemán se la hizo a la salchicha.

Menú:
Opción A - sopa invernal de verduras y cuscus.
Opción B - salchichas con papas fritas.

Orientarse

Tiergarten

Importa poco no saber orientarse en una ciudad. Perderse, en cambio, en una ciudad como quien se pierde en el bosque, requiere aprendizaje. Los rótulos de las calles deben entonces hablar al que va errando como el crujir de las ramas secas y las callejuelas de los barrios céntricos reflejarle las horas del día tan claramente como las hondonadas del monte. Este arte lo aprendí tarde, cumpliéndose así el sueño del que los laberintos sobre el papel secante de mis cuadernos fueron los primeros rastros. No, no los primeros, pues antes hubo uno que ha perdurado. El camino a este laberinto, que no carecía de su Ariadna, iba por el Puente de Bendler, cuyo suave arco significaba para mí la primera ladera.

Walter Bejamin, Infancia en Berlin hacia 1900.


Hoy, 112 años después, el parque es algo así:

lunes, 6 de febrero de 2012

¡Hoy empiezo!

Ceci, María...¡miren donde voy a bailar! Las voy a extrañar dando pasitos en alemán.

Emily

Winter is good - his Hoar Delights (Poema 1316)
by Emily Dickinson 

Winter is good - his Hoar Delights
Italic flavor yield -
To Intellects inebriate
With Summer, or the World - 

Generic as a Quarry
And hearty - as a Rose - 
Invited with asperity
But welcome when he goes.


    
    (Esta es la entrada al patio interno de donde vivimos. En uno de los árboles que está pegado a una pared   viven miles de pájaros que cantan. Según la hora es lo único que se escucha.) Foto, by Ge.

domingo, 5 de febrero de 2012

Mao en la nieve

La nieve (Mao-Tse Tung, traducción de Juan L.Ortiz)


Todo el paisaje del norte es de cortinas

hasta casi dos millares de "lis" todos de cristales

y veinte mil millares de "lis" de nieve, como aspirados por el cielo . . .

De un lado a otro de la gran muralla ,

sólo, sólo, una locura de mar . . .

Desde las orillas del río Amarillo, aguas arriba y aguas abajo ,

su tiempo, ay, no se ve . . .

Serpientes de plata, bajo el espíritu de una "ti-chi", las montañas . . .

Elefantes de visas, sobre las llanuras, las colinas . . .

Y si pusiéramos frente a los cielos nuestra altura ?

Cuando los días parecen mirarse

y ser ya, se diría, unas ideas de flores ,

la gracia de la tierra es el pudor que sorprende al alba misma

en su blancura de niña . . .

Tal es el misterio de estas montañas y estos ríos

que llaman a los héroes a quemarse, cada cual más puramente ,

para que les devuelvan, con lo demás, esa nube . . .

Los emperadores Chi Huang y Wou Ti, no podían abrir, casi, nuestros signos .. .

Los emperadores Tai Tsung y Tsi Tsu nunca se estremecían .

Gengis Khan era una arco, sólo un arca, en una tensión contra las águilas . ..

Ellos son el ayer. Y únicamente hoy ,

en el aire de los llamados, hasta aquél que, se creería, aún no es ,

las briznas del corazón . . .






Manuscrito del poema de Mao.



Receta de Mirella: hoy la pruebo

Champiñones, champiñones...
que crecen en la penumbra de los bosques,
asoman sus caperuzas entre las hojas caídas,
beben ávidos la lluvia y engordan.
Champiñones que me nutran y me den calor
en el invierno germano.
¿Cómo prepararlos? Tal vez en una salsa
que condimente mi estilo vegetariano,
para acompañar arroz o fideos.
Los corto en láminas finitas
y me muestran el corazón pardo de la tierra.
¿Tendré aceite de oliva?
Si no, cualquier aceite alemanote servirá.
Al fuego, para que crujan y se salteen,
junto a tiras carnosas de morrones,
cebollitas picadas y todas las verduras
que me salivan la boca cada vez que las nombro:
apio, brócoli, berenjenas (precocidas).
Cuando la cebolla se vuelva transparente,
los champiñones y el morón se ablanden
¡llegó el momento!
En la misma sartén incorporo
fideos  o arroz, ya hervidos.
Los caliento bien, agitando el recipiente
como un experto cheff.
Emplato (como dicen en "Utilísima"),
el vapor me humedece las pestañas,
de los labios cae una gota golosa.
Comerte, champiñones, acompañada de mi amor,
mientras miramos por la ventana
Berlín, vestida de nieve.

Bon appetit Guada!!!!!

Según el pronóstico llegamos a cero grados el día del cumple de mi hermana!

Hoy

5 feb

Mañana

6 feb

Martes

7 feb

Miércoles

8 feb

Jueves

9 feb

Viernes

10 feb

Sábado

11 feb

Domingo

12 feb








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Mínima
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Mínima
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Mínima
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Mínima
-14°C














12:00
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Cubierto 
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Cubierto 
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Cubierto 
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Despejado -6°C
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Despejado -6°C
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